En camisa blanca y pantalón negro, Alfonso Cardoza llora sobre el féretro de su pequeña Pierina por cuya custodia llevaba luchando nueve años |
¿Pero quien era Pierina?
Pierina Cardoza Tello era una niña de 9 años, abusada por la madre y también por su abuela, Bertha Chanduví . Según el testimonio de sus profesores, la niña no sabía siquiera leer ya que faltaba mucho a la escuela e iba a clases sin uniforme escolar. El informe obligatorio que acompaña su expediente judicial en Piura es realmente alarmante pues indica que se encontraba anémica, con un peso y una talla inferiores a lo normal, desaseada y piojosa. El testimonio de vecinos y del ex padrastro revela que su abuela materna la golpeaba y la hacia dormir encima de cartones en un baño y que la obligaba a servirla y a realizar tareas domésticas en lugar de preocuparse por su educación. Un sistema judicial indolente y corrupto le había otorgado la custodia o tenencia de Pierina a la abuela materna, como consecuencia de los maltratos que la menor sufría en manos de su madre, sin consultar la opinión del padre, Alfonso Cardoza quien también tenía la patria potestad de la menor. Cuando este apeló a la sentencia injusta exigiendo la tenencia de su hija, el juez de familias negó su petición tachándola de ´´improcedente´´ ignorando así los resultados de la evaluación médica que revelaban que la niña se encontraba descuidada y enferma. El padre se queja que se basaron únicamente en razones de solvencia económica. Sin embargo no investigaron a la abuela quien según investigación del diario El Comercio había sido sentenciada por robo, abigeato, hurto y condenada por estafa en mayo del 2002.
Ante la indolencia y lentitud del sistema judicial, Alfonso Cardoza, llega al extremo de pagar S/. 500 a la malvada abuela para recuperar a su hija y la llevarla a vivir con él. Sin embargo al cabo de poco tiempo, Bertha Chanduví saca a Pierina del colegio y la envía a Lima a vivir bajo el techo de su principal agresora y de los nuevos hermanastros y padrastro. Lejos de la protección de su padre, la única persona que realmente la quería, las cartas estaban echadas para el destino de esta niña.
Las preguntas que nos hacemos ante este trágico desenlace son muchas. En primer lugar: ¿Después del proceso en el cual el juez recibe las pruebas y reconoce el maltrato brutal de la menor por parte de la madre, por qué razón el juez le otorga la custodia a la abuela materna, sin antes averiguar sus antecedentes penales, evaluarla sicológicamente y averiguar en qué condiciones realmente vive?; ¿El interés del padre en su hija y su deseo de darle un hogar y de satisfacer sus necesidades no vale nada o es que acaso el único criterio que cuenta es el dinero que hay por medio?; ¿Nuestra sociedad estará arrastrando el prejuicio feminista de favorecer a la mujer para criar a los hijos, inclusive a una abuela abusiva frente al derecho que tiene todo varón, así se trate de un padre soltero de criar también a sus hijos?; ¿Por qué razón cuando un adulto rompe la ley enviando a un niño a casa de una persona que no tiene legalmente la tenencia, pues existe una sentencia en contra de por medio (como era el caso de Pierina) no existe la posibilidad de mediante una simple denuncia telefónica enviar a la policía a recoger al niño y llevarlo de vuelta con el padre que sí tiene la tenencia o al INABIF hasta que se esclarezca la situación del menor, sobre todo si esta ha sido maltratado?
¿Tienen que suceder estas barbaridades para que la sociedad exija cada vez con una voz más fuerte un castigo más fuerte y ejemplar en contra de quienes corrompen y quienes se dejan corromper? ; Queda pendiente una investigación para averiguar si la abuela de Pierina en complicidad con la madre sobornó a los jueces y también para averiguar si estos se dejaron sobornar por ambas mujeres, pero mientras tanto la Sra. Chanduví sigue libre, como si no tuviera ninguna responsabilidad en este horrendo desenlace y planeando mudarse a Lima para huir del dedo acusador de toda la ciudad de Chiclayo.
En democracias y sociedades más avanzadas que la nuestra hay canales de comunicación eficaces y mecanismos entre la policía, los organismos de protección de la niñez, como el INABIF y el sistema judicial que funcionan sin coimas, ni tropiezos. En nuestro país es muy largo el camino que los pobres deben recorrer para recibir justicia, como si fuera una dádiva. Hay niños como Pierina a la merced de sicópatas y violadores que en demasiados casos son los mismos familiares. Ojalá la inmolación de Pierina sirva como primera piedra de una transformación estructural en el sistema judicial y en la defensa de los derechos del niño.
Escribe: Rocío Valencia H.
5-12-2011
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