viernes, 8 de agosto de 2025

La deuda del partido aprista con Haya de la Torre

Con su muerte, hace 46 años, Haya de la Torre se ha convertido en una leyenda dentro de la política peruana; también desapareció la forma más limpia, pura y honesta de hacer política en nuestro país. Más de 1.2 millones de peruanos habían votado por el APRA, de los cuales 1.03 millones de votos fueron para Haya de la Torre individualmente, convirtiéndolo así en el candidato más votado de las elecciones a la Asamblea Constituyente de 1978. A los 83 años y soportando una enfermedad pulmonar crónica, Haya se atrevió a recorrer todo el país, emulando el recorrido que había hecho a los 36, triunfando rotundamente en elecciones en las que, por primera vez en su vida, no le hicieron fraude ni le colocaron pretextos legales para que pudiera asumir el cargo. Fue así como resultó elegido diputado constituyente y luego presidente de la Asamblea Constituyente. Ese era Haya de la Torre y ese era su destino. Su vida política podría resumirse en la siguiente frase: amor y abnegación por el pueblo peruano y desprendimiento total.

 

El investigador François Bourricaud publicó en 1978, en Francia, país en el cual se había fundado la primera célula internacional del APRA en julio de 1927, un artículo en Le Figaro titulado “La pesada herencia de la dictadura”, que decía lo siguiente acerca del Partido Aprista: “(es) la fuerza política más sólida, la mejor organizada, la más popular del Perú… La proeza de Haya de la Torre, que con más de 80 años de edad concluyó su campaña personalmente a través de los cuatro puntos cardinales de este inmenso y difícil país, no puede sino inspirar admiración, respeto y afecto”. Todo ello nos recuerda que, a lo largo de casi todo el siglo XX y para ser más precisos, desde 1930, el Partido Aprista ha gozado de las preferencias de un tercio del electorado peruano. Este hecho se ha visto corroborado en todas las elecciones en las cuales el Partido Aprista ha participado con su nombre o con el de Partido del Pueblo, incluyendo las elecciones de 1932, 1945, 1962 y 1963. Años de lucha en contra de las dictaduras de derecha o izquierda de las cuales el APRA sobrevivió como un grito que clama justicia en medio de una tormenta de balas; o un ciervo en medio de un bosque minado que a fuerza de ver a sus hermanos caer aprende los mejores escondites y las mejores estrategias de fuga frente a la persecución del cazador.
Sin embargo, todo esto suena a un cuento de Allan Poe cuando visitamos hoy en día el local central de Alfonso Ugarte y parece que estuviéramos recorriendo el interior de un edificio abandonado. Las aulas del otrora bullicioso y triunfante Partido Escuela hoy parecen los recintos de un castillo desolado. La voz estentórea de los grandes líderes se apagó; solo los bustos metálicos de los fundadores, héroes y mártires del APRA lanzan sus miradas acusadoras desde el patio de la primera planta. El emblemático comedor popular que era orgullo de Víctor Raúl por ser el más económico de toda la ciudad cerró sus puertas hace más de dos décadas; la escuela de enfermeras desapareció y el Aula Magna de los otrora coloquios del líder parece un depósito lleno de sillas vacías y polvorientas; la biblioteca ha sido vandalizada hace décadas de todas sus colecciones y periódicos; lo único que funciona es la clínica dental que los usufructuarios alquilan a terceros. Pero, este espectáculo deplorable es consecuencia de la ambición de una argolla perversa y egoísta y de las administraciones que se han sucedido en la triste gestión del patrimonio político y moral de Haya de la Torre. 

Del feminazismo al feminismo humano y social

Las mujeres tenemos una enorme responsabilidad en lo que llamaremos “feminismo humano y social”: vocación que no puede servir a ningún efímero poder económico, político o religioso. La madrugada del 4 de agosto la congresista Patricia Chirinos de Avanza País y el congresista Luis Aragón de Acción Popular fueron insultados y agredidos por un grupo de indignados que se encontraba dentro del bar “La Noche” de Barranco. Según muestran los videos en las redes sociales, Juan Paolo Gómez Fernández, alias Paolo de Lima, arrojó a la congresista un vaso de cerveza que estalló en su mesa.

Nos preguntamos: ¿la agresión fue contra la congresista o contra lo que ella representa? ¿Representa acaso una versión de la mujer moderna que, además de empoderada, aparece demasiado próxima a un sector extremo de la política peruana que los indignados detestan y que es la derecha fujimorista? ¿Son los medios de comunicación los que manipulan nuestra psicología para llevarnos hacia estas reacciones de odio personalizado movidos por intereses subalternos?

Al parecer, lo que le indigna a la población no es solo que un personaje público sea de “derecha” o de “izquierda”. La pradera arde ya que una parte de la población asocia a la ex consejera regional del Callao y ex alcaldesa de La Perla con actos de corrupción que aún son presunciones de delito y que, no logran ser esclarecidos por el Poder Judicial. Tal vez si Martha Moyano, del partido naranja, se hubiera expuesto en el bar de Barranco aquella noche, hubiera corrido la misma suerte ya que los titulares la convierten al igual que a Chirinos en otra sospechosa de integrar una “organización criminal”.

Del lado izquierdo del arcoíris político tenemos el caso de Susana Villarán, exalcaldesa de Lima quien, a pesar de haber recibido en 2019, un fallo en su contra del Poder Judicial que la conminaba a 18 meses de prisión preventiva por los delitos de cohecho pasivo, asociación ilícita y lavado de activos, sigue libre y campante. Avergüenza también el caso de nuestra actual presidenta, Dina Boluarte quien, como consecuencia del Rolexgate recibió abucheos de “corrupta”, al hacer su aparición en el desfile militar del último 28 de julio.

La pregunta que todos nos hacemos es, ¿hay mujeres honestas hoy en día en la política peruana? ¿Cuáles son los valores que estas políticas peruanas representan? ¿Acaso el Perú no tiene mujeres probas que sean incondicionales a la patria? ¿Tendremos una Micaela Bastidas, una Manuela Sáenz, una Magda Portal o una Ilda Urízar Peroni en las próximas elecciones? Todos ellos, ejemplos lejanos en el tiempo, pero que han dejado una huella de integridad y valentía en la historia.

Entonces, ¿qué podemos hacer cuando lo que mueve al peruano a votar es el provecho personal y el bienestar de un grupo y no el de todos sus compatriotas? Si nuestro voto no es un voto consciente y educado, si votamos por la cara bonita, por la que promete premiarnos con un buen empleo, por la que se encuentra mejor conectada con algún grupo de interés económico; no llegaremos jamás a tener auténticas representantes de la mujer peruana en el poder. 

Podríamos hacer una lista de los valores que nuestras abuelas y madres defendieron y que actualmente muy pocas mujeres defienden: (1) la vida, (2) la familia, (3) las poblaciones vulnerables y oprimidas por la discriminación, (4) una educación de calidad para todos los niños y adolescentes peruanos. 

Consideramos que siempre que la mujer peruana abandone la masculinización de su rol en la sociedad, el falso empoderamiento basado en la violencia y el dinero, la absurda competitividad con el varón y el apego a la ideología de género (que implica una desvalorización de la familia tradicional y de la vida humana), estará encendida la llama de la esperanza para un mejor futuro.

El espíritu femenino es protector y no destructor de la vida. Es además empático con el enfermo, el anciano, el menor de edad, el preso y con todo aquel que sufre discriminación. Y es un espíritu formativo y pedagógico, cualidad natural que la maternidad invita a toda mujer a desarrollar. Las mujeres tenemos una enorme responsabilidad en lo que llamaremos el feminismo humano y social: vocación que no puede servir a ningún efímero poder económico, político o religioso sino a los intereses de la familia y de la patria.