El año 1948, Magda Portal, una de los 56 firmantes en el
acta fundacional del histórico Partido Aprista Peruano y quien también estuvo
entre los fundadores de la APRA en México en 1924; pide la palabra a Haya de la
Torre para expresar su disconformidad frente a la decisión del Segundo Congreso
Nacional del partido de otorgar a la mujer aprista la calidad de simple
“simpatizante” con los mismos derechos que el militante varón. Haya de la Torre
le responde con un rotundo: “no hay nada en debate”, a lo cual en entrevista
varios lustros más tarde, ella dice haber dicho: “esto es fascismo”,
produciéndose así, la separación definitiva de Portal del partido aprista
peruano al cual había dedicado más de veinte años de su vida. Vida ejemplar
como líder, activista, propagandista y educadora de la mujer.
Han pasado más de siete lustros desde ese momento tan
significativo en el cual una de las más grandes luchadoras del feminismo que ha
tenido nuestra patria y nuestro partido decide alejarse no solo del partido
político, sino del movimiento internacional aprista al cual pertenece, como
miembro activo con las mismas responsabilidades que el resto de sus fundadores;
todos salvo ella, varones. Y esto ocurre porque los líderes de entonces
demuestran en ese momento no estar preparados para darle aún un trato
igualitario a la mujer quien aún no gozaba de los mismos derechos que el varón.
Siguiendo el ejemplo de González Prada, Haya de la Torre fue
un gran defensor de los derechos de la mujer. Lo probó fundando una de las
primeras escuelas secundarias en las cuales las mujeres tenían derecho a terminar
el cuarto y quinto año de media igual que los varones para poder luego tener
acceso a la universidad. Pero volviendo al Congreso Nacional del partido, del año
1948, la razón dada por Haya de la Torre para no incluir el reclamo y queja de
Magda Portal es una razón probablemente política y únicamente coyuntural. En el
Perú la mujer no tiene aún el derecho al voto, derecho que ejercerá por primera
vez en 1956. La postura del partido aprista en 1955 favorable a otorgar el voto
a la mujer mayor de 21 años y a las casadas mayores de 18, que supieran leer y
escribir no era la más liberal; ni las más irrestricta de todas las propuestas
en ese momento de la historia. Sin embargo, no podemos olvidar que los
iletrados, tanto hombres como mujeres, obtendrían el acceso al sufragio
universal en 1979, veinte y cuatro años más tarde, gracias a la Constitución de
1979, en una ley que fue impulsada por el propio Haya de la Torre desde su presidencia.
Nos encontramos hoy dentro de un escenario completamente
diferente. No solo la ley no restringe la participación de la mujer en
política, sino que incluso la impulsa. Impone un porcentaje o cuota de género
que los partidos están obligados a respetar a la hora de presentar sus listas
de candidatos al Congreso. Por esta razón el partido con la inscripción más
antigua de todas que sigue siendo el aprista, debería estar hoy en la capacidad
de presentar a candidatas mujeres, muy bien preparadas para el pensamiento y la
acción en cada una de sus listas.
Tal vez el espíritu de la poeta Magda Portal quien cumplió
una destacada labor proselitista en México, Cuba y América Central, por encargo
de Haya de la Torre, baje desde lo alto para inspirar a la mujer aprista que
hasta el momento no encuentra una voz femenina que se atreva a vocear sus expectativas.
Tal vez el fantasma de Hilda Gadea, la mujer aprista que enamoró y conquistó a
Ernesto Che Guevara, compartiendo con él sus sueños de “El antiimperialismo y
el APRA” esté de retorno nuevamente en Lima. Tal vez los ecos del último
discurso de Hilda Urizar, primera mujer aprista en ser Ministra de Salud estén
hoy resonando en las paredes vacías del aula magna esperando conmover nuestras
consciencias dormidas.
El tiempo ha llegado de romper con esas viejas costumbres
que nos empequeñecen haciendo daño al partido y al país. No podemos aceptar
mejoras salariales ni profesionales a cambio de otra cosa que no sean nuestras
capacidades y habilidades profesionales. La mujer está llamada a elegir y ser
elegida sin tener que dar nada ni hipotecarse con nadie; llamada a trabajar,
coordinar, organizar e incluso gobernar sin tener que sacrificar ningún aspecto
de su integridad. ¿De qué sirve la igualdad de géneros si el precio que la
mujer peruana tiene que pagar por su ingreso en la política o en algunos
puestos de trabajo es el de renunciar a su propia dignidad?; ¿de qué sirven los
largos años de estudios universitarios para la mujer en un país o en un partido
con esa clase de dudosa moral?
No, los varones no son los únicos culpables que la mujer elija
o bien: ya no participar en política; o bien hipotecar “algo” en el proceso.
Ellos no son los únicos responsables de la “devaluación” de la mujer ni del
declive de las candidaturas femeninas dentro del partido aprista y dentro de
todos los partidos en general. La mujer que no se valora; que no exige que se
le respete únicamente por su inteligencia es igual de responsable.
Lo más triste es que existe muchas veces el consentimiento
de ambas partes dentro de un humillante intercambio. La política se envilece de
esa manera. Tal vez esto ocurra por culpa de la cultura, por culpa de la
educación que le damos a nuestras hijas; por culpa de los valores de una
sociedad que sigue relegando a la mujer a un rol estrictamente biológico. Pocas,
muy pocas son las mujeres que sobreviven en política de manera completamente
honesta. Hace poco hemos tenido un ejemplo.
Nos preguntamos: ¿Por qué razón cuando una mujer aprista
se atreve a levantar su voz en medio del silencio para decir: "dadme la
posta; me atrevo a postular a la presidencia"; solo encuentra decepción y
espaldas volteadas de parte de los varones y de parte de sus mismas congéneres?